domingo, 7 de fevereiro de 2010

Ester y Iosef: Velar y revelar



 
“El teatro es poesía
que se sale del libro
para hacerse humana” 
(Federico García Lorca)

Redes de Sentido
Escribir ha sido, es, y siempre será un arte. Habrá quien se dedique a tan noble labor en calidad de aficionado, y habrá quien logre transportarnos con su escritura a mundos tan diversos como posibles, dependiendo del área o el tópico del texto que nos presente. No por casualidad, en el ámbito de la academia la diferencia entre “historia” y “prehistoria” está dada – entre otras variables – por la presencia de fuentes escritas autóctonas.
En la antigüedad, podemos observar cómo diversos escritos fueron encontrando su lugar en el imaginario colectivo a partir de polemizar, opinar o defender algún tema determinado. Estos textos buscaban posicionar determinada postura, y los autores de los mismos hacían uso de toda clase de recursos retóricos, como por ejemplo la utilización de relatos e historias que eran oídos en primera instancia alrededor de la fogata de la tribu, para pasar más adelante a integrar escritos que conservaban las memorias de la comunidad. En el caso del pueblo judío, el escrito que contiene una parte importante de las historias de antaño es la Biblia Hebrea, y no por casualidad los rabinos de la época del Talmud ya nos decían que era nuestro deber leer y releer la Tora, buceando y buscando valores y sentidos en sus milenarios relatos, ya que “todo se encuentra allí” (Avot 5:25).
La Biblia Hebrea no es, como podría pensarse a priori, un texto monolítico. Aun cuando sí podemos sostener que varios de sus libros fueron editados por una misma escuela de pensamiento, las historias y relatos que podemos encontrar allí no siempre opinan lo mismo ni acuerdan en todos los puntos. Es en este sentido que podríamos decir que la Biblia Hebrea no es un libro sino una gran biblioteca, con múltiples voces y variadas perspectivas.
De esta manera, los textos, relatos e historias de aquellos tiempos con los que contamos hoy, se encuentran interconectados por una cantidad importante de redes, las cuales no necesariamente son notorias a primera vista. Esta intertextualidad es lo que engrandece aun más al texto bíblico en su condición de obra de arte literaria. Sobre algunas de estas redes de sentido es que vamos a platicar en esta oportunidad.

Puesta en escena
Lo maravilloso de los relatos se centra en la posibilidad que tienen tanto de proyectar determinados valores o cosmovisiones, como también de encarnar sutilmente un guión que no busca solamente entretener o estremecer a la audiencia. Como bien decía García Lorca, el teatro manifiesta a partir de los relatos que en él son actuados, la poesía del libro que se hace vida. Y más aún: esa poesía que sale del libro se ve reflejada en la vida no sólo de los actores, sino también de los espectadores que se dejan atrapar conforme aquello que contemplan tiene correlato con alguna arista de su propio devenir.
Ester, personaje central de la festividad de Purim, dialoga no solo con el rey Ajashverosh sino también con otros relatos bíblicos en general, y con el personaje y las historias de Iosef en particular. Más aún: Posiblemente no haya dos relatos más teatrales que los de Ester y Iosef en todo el Tanaj, y bien vale la pena que podamos bucear en algunos de sus principios fundamentales, tanto a partir de las similitudes en la forma como en las aparentes diferencias de fondo.

Escenario: Diáspora
Purim es la fiesta de la diáspora. Se emplaza en tierras extranjeras bajo el gobierno de un rey Persa con tantos dominios que imposibilitan la posibilidad de conocer la diversidad de matices y costumbres de los pueblos conquistados. Ester misma se irá de su propio hogar, de la casa de su tío Mordejai, para establecerse en el palacio real, en lo que podríamos llamar una diáspora dentro de otra diáspora. Será en ese escenario particular, ubicada en los márgenes de la sociedad circundante, en donde Ester deberá procurar la supervivencia de su pueblo.
Por su parte, los relatos de Iosef comienzan en la tierra prometida pero rápidamente cambiarán de escenografía para desplegar las escenas principales en Egipto. Será allí adonde Iosef será vendido por sus hermanos, adonde ascenderá como siervo principal en la casa de Potifar, adonde caerá en las profundidades de la cárcel y adonde resurgirá triunfante como virrey del Imperio. También Iosef, al igual que Ester, vivirá en la diáspora de la diáspora, ejerciendo su capacidad de liderazgo siendo un extranjero en el palacio real.

Vestuario: Desencadenantes de la trama
No hay obra de teatro que se precie sin un buen vestuario que sepa acompañar cada escena. ¿O acaso no fue una túnica de colores la que primero elevó a Iosef entre sus hermanos (Gn. 37:3) y luego llevó a los hijos de Jacob a truncar los sueños de grandeza del pequeño soñador (37:23)? De igual manera, la misma túnica, esta vez ensangrentada, sirvió para sumir a Jacob en un luto que duró largos años (37:33-35).
Tiempo después, sería la ropa de Iosef la que sería utilizada como prueba incriminatoria que lo llevaría a la cárcel bajo sospecha de adulterio (38:12-13). Asimismo, la salida de prisión estará acompañada por el cambio de vestimentas (41:14), y por último, su apariencia egipcia posterior llevaría a que sus propios hermanos no lo puedan reconocer (42:8), ni que su padre Jacob reconozca más tarde a sus propios nietos (48:8).
Por su parte, el libro de Ester comienza con la reina Vashti negándose a presentarse al banquete de su marido Ajashverosh. En nuestro contexto, el Talmud (Megila 12b) interpretó los versículos: “El séptimo día, estando el corazón del rey alegre por el vino, mandó Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, siete eunucos que servían delante del rey Ajashverosh, que llevaran a la presencia del rey a la reina Vashti, con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza, porque era hermosa” (Ester 1:10-11), de forma tal que la reina debía asistir con la corona como su único vestuario.
Más adelante, y no por casualidad, se detallan en el texto los procesos de embellecimiento por los que debían pasar las aspirantes a reemplazar a Vashti:

“El tiempo de los atavíos de las jóvenes era de doce meses: seis meses se ungían con aceite de mirra y otros seis meses con perfumes aromáticos y ungüento para mujeres. Después de este tiempo, cada una de las jóvenes se presentaba por turnos ante el rey Ajashverosh.” (2:12) 

El vestuario no solamente llevó a Ester al trono del imperio. Las ropas son el canal que utiliza el relator para presentar también el estado de ánimo de Mordejai y del resto del pueblo judío al escuchar el decreto real (4:1-3), y para presentar a Ester con “su vestido real” presentándose al rey cuando no era su turno (5:1). Por último, sirve también a los efectos de marcar las diferencias entre Amán y Mordejai: Mientras que Amán piensa que es merecedor de las mejores ropas por su encumbrado lugar en el gobierno persa, Ajashverosh premiará a Mordejai con dicha vestimenta, en agradecimiento por haber expuesto el complot de aquellos que lo querían matar (6:6-10).
No obstante, aquí no termina nuestro tratamiento del vestuario. Porque en una lectura un poco más profunda de los relatos, podemos dar cuenta de que las ropas que van a adoptar tanto Iosef en Egipto como Ester en Shushan ocultan de alguna manera su propia particularidad judía. En el caso de la historia de Purim, el texto lo menciona explícitamente:

“Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mordejai le había mandado que no lo dijera.” (2:10) 
Y sobre este versículo comentaba Abraham ibn Ezra:

“Ester ocultó su origen para poder cumplir los preceptos en secreto, ya que si hubieran sabido que era judía, la hubieran obligado a transgredir.” 

Ester oculta para poder cumplir. Vela para no renunciar. De aquí entonces que podamos entender el nombre de Ester – procedente de la raíz hebrea de la palabra ‘secreto’ – como aquella que se oculta para poder sostener su identidad, y asegurar al mismo tiempo la continuidad no solo personal sino la de todo un pueblo.
Por su parte, Iosef también se esconde ante sus hermanos, pero es llamado por el faraón “Tzofnat Paneaj,” título que Rashi entendió – basado en la traducción de Onkelos – como “aquel que revela aquello que se encuentra oculto.” Aquel que llamó a su primogénito Manasés, porque dijo “Ds me hizo olvidar todos mis sufrimientos y a toda la casa de mi padre” (Gn. 41:51) será también quien posibilite el establecimiento y subsecuente salvación de esa misma familia olvidada con todos los beneficios de la realeza local.
En conclusión, podemos afirmar que sólo en la adaptación creativa a contextos desafiantes, Iosef y Ester pudieron salvar al pueblo de la desgracia. De haberse aferrado a una visión monolítica y estática de identidad, posiblemente nuestra tradición se habría extinguido hace años.

Personajes: Reyes y reyes
Aun cuando son varios los personajes en ambos relatos, aquí solo diremos algunas palabras en relación al lugar que ocupan los reyes en nuestras historias. Ambos relatos nos presentan grandes reyes imperiales que tienen en común su lejanía absoluta del ejercicio del poder. Ninguno gobierna, sino que es gobernado por diversas fuerzas a las que no ofrecen resistencia alguna. Leemos en el libro de Ester:

“Entonces el rey se quitó el anillo de su mano y lo dio a Amán hijo de Hamedata, el agagueo, enemigo de los judíos, y le dijo: ‘La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te parezca.’” (3:10-11) 

En el caso de Iosef, se nos relata en el libro de Génesis:

“Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de Iosef; lo hizo vestir de ropas de lino finísimo y puso un collar de oro en su cuello. Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaban delante de él: ‘¡Doblad la rodilla!’ Así quedó Iosef sobre toda la tierra de Egipto. Luego dijo el faraón a Iosef: ‘Yo soy el faraón; pero sin ti nadie alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.” (41:42-44) 

Vemos por tanto, que los reyes gobiernan nominalmente, pero serán otros los que determinen las acciones de gobierno. Sin embargo, mientras que el accionar de Iosef servirá para salvar a sus hermanos del hambre y la pobreza, el accionar de Amán pondrá en riesgo la supervivencia del pueblo judío. Y es por eso, que Ester y Mordejai tendrán que obrar para que eso no suceda, quedando ellos al final de la historia a cargo de los destinos tanto de los judíos como del imperio persa:

“Se quitó el rey el anillo que había recobrado de Amán y lo dio a Mordejai. Y Ester encargó a Mordejai la hacienda de Amán.” (Ester 8:2) 
Es imposible no relacionar las descripciones de reyes tan poco operativos con la presencia – ya sea explícita o sutil – de Ds. Es el Rey del Universo aquel que hace parecer pequeños a todos los gobernantes de la tierra, y que de acuerdo a lo que nos presentan las historias de Ester y Iosef es el responsable último del final feliz de ambos relatos.
Aun así, es evidente la diferencia con la que ambas historias trabajan el tema. Mientras que Iosef afirma que es Ds aquel que resuelve los misterios oníricos del faraón (Gn. 41:16), y exculpa en parte a sus hermanos por la venta que posibilitó su llegada a Egipto dando a entender que es parte del plan divino (45:5), en el libro de Ester Ds no es mencionado ni una sola vez. Mientras que la teología del Génesis todavía permite la presencia de un Ds que se manifiesta abiertamente en el escenario de la historia, para la época persa Ds aparece detrás del telón, moviendo casi imperceptiblemente los hilos de la trama. Ester, en este caso, ya no es solo el nombre de quien oculta su identidad para salvar al pueblo, sino que refiere al mismo tiempo a un Ds que aun escondido no deja de intervenir y tomar parte en los destinos de la humanidad. Es este Ds, es este Rey, aquel que opaca inevitablemente tanto al Faraón como a Ajashverosh.

Meta-mensaje o Moraleja: ¿Determinismo o libre albedrío?
Habiendo tantas conexiones y puntos de convergencia entre Iosef y Ester, es significativo el hecho de que a primera vista el meta-mensaje de ambos relatos parezca contradictorio: mientras que los relatos de Iosef revelan no solamente un Ds explícito sino también a una teología del determinismo, el libro de Ester vela a Ds y se ríe del destino.
Leído bajo esta clave, el libro de Ester puede ser entendido como una crítica profunda a la idea de que el mundo está determinado y frente a eso no hay escapatoria. Más aún: lo paradójico (o más bien burlesco) del tema es que la festividad de Purim recibe su nombre de la palabra Pur, y nos regresa al momento en que Amán decidió la fecha en la que habría de aniquilar a los judíos del reino:

“En el mes primero, que es el mes de Nisan, en el año duodécimo del rey Ajashverosh, fue echada Pur, esto es, la suerte, delante de Amán, suerte para cada día y cada mes del año. Salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar.” (Ester 3:7) 

Vean la ironía: Amán echa suertes para fijar el destino del pueblo judío, pero con tal mal tino que llevando adelante esta suerte de rito en el primer mes, el destino marcará que los judíos deberán ser exterminados recién doce meses más tarde.
De igual manera podemos decir que frente al destino que marcaba que Amán sería el asesino, el relato lo termina colgando a él de su propia horca, y frente al destino que marcaba la desaparición de Mordejai y su pueblo, serán los antisemitas de aquel entonces los que caerán en manos de los judíos… en el mismo día en que éstos debían ser pasados por cuchillo.
La moraleja del libro de Ester es un llamado a la propia acción, la cual va marcando paso a paso el destino que se construye siempre en presente continuo. Nada está determinado, y aquello que acontece en nuestra vida cotidiana dependerá siempre de muchos factores, pero principalmente de las decisiones que sepamos tomar día a día.
Por el contrario, la historia de Iosef pareciera ser un canto al determinismo. Como citamos anteriormente, Iosef da cuenta de que su venta a la caravana extranjera y su caída en prisión no fueron más que pasos necesarios para acceder al círculo de influencia del gobierno del imperio más importante de su época. Y todo para garantizar la salvación de su familia, de la cual él será la herramienta, pero Ds será el artífice.
¿Qué debemos hacer ante la dicotomía aparente en los mensajes de los relatos? Una posibilidad es sostener la diferencia y plantear la pluralidad de voces y visiones que conviven en el texto bíblico. Eso es lo que hemos hecho al explicar la tensión entre Esdras y Rut, y bien podríamos optar por desandar el mismo camino en este contexto.
Pero en este caso creo que es importante que pensemos alternativas que concilien las posturas de los textos. Y esto se debe al hecho de que – a diferencia de muchos otros temas – en lo concerniente a la tensión inherente entre determinismo y libre albedrío, la problemática filosófica es profundamente compleja, y creo que los textos en sus sendos meta-mensajes dan cuenta de dicha dificultad.
Una conocida frase rabínica sostiene que: “Todo está visto, pero la posibilidad de elección está dada” (Avot 3:15). Frente a esta frase, Maimónides observó en su Comentario a la Mishna que “este dicho contiene grandes cosas, y no es casual que lo haya pronunciado Rabi Akiva.” Sin embargo, la frase no deja de ser aparentemente contradictoria: o bien está todo visto, como nos dicen los relatos de Iosef, o bien tenemos posibilidad de elegir nuestro camino, como nos enseña el relato de Purim. ¿Cuál es entonces la respuesta correcta? Al menos en lo que a mí respecta, la respuesta correcta es: ambas. Y para ello me permito citar un principio que rige en el ámbito de la física y que nos puede ayudar a desentrañar lo que aquí ocurre: lo determinado indeterminable. De acuerdo a este planteo, es posible que todo se remita a un sin fin de causas y consecuencias, haciendo entonces que teóricamente todo esté determinado. Y aun así, al no contar con todos los datos necesarios de nuestro presente para establecer a ciencia cierta el futuro que decantaría inevitablemente, ese futuro queda por siempre indeterminado, y la única manera de ir desplegándolo es a partir de las decisiones que vayamos tomando. De esta manera, y siempre a posteriori, Iosef va a poder encontrar sentido y sostener que fue Ds – y no sus hermanos – el que fraguó su llegada a Egipto. Y aun así, eso no deslindará responsabilidades por la forma atroz en la que los hermanos actuaron.
En conclusión, la moraleja de los relatos de Ester y Iosef se unifica también en este punto. No sólo en términos de escenografía, personajes y vestuario son historias que trabajan sobre estructuras similares. También en su poesía interna se encuentran y potencian, en ese mensaje último que sale de los libros para encarnarse en nuestra vida cotidiana, convocándonos siempre en presente continuo a ser los artífices y artesanos de nuestras propias existencias. 


Artículo por: Rabino Joshua Kullock for JDC Europe. Copyright 2010.